TLas mujeres no tenemos porqué aguantar los desplantes ni faltas de respeto de ningún hombre. En todas partes del mundo nos tenemos que dar a respetar. A mí la vida me puso a prueba en este aspecto y jamás olvidaré el desenlace final.
¡Terminé en los titulares de los periódicos en Seúl aunque esa nunca fue mi intención!
Resulta que una mujer, y para colmo una extranjera, nunca le había hablado a un alto funcionario del gobierno de Corea del Sur de la forma en que yo le hablé al representante del Ministerio de Deportes de ese país. Fue una lección que él nunca olvidará.
En la primavera de 1988 pasé varias semanas reportando para el Canal 24 de Puerto Rico una serie de historias que me llevaron desde Hawai a las Filipinas y a las Islas Marshall en el Pacífico. Como se aproximaban los Juegos Olímpicos en esa parte del mundo, pensé que era el momento perfecto para realizar un reportaje desde la sede, Corea del Sur.
Antes de reunirme con el representante del Ministerio de Deportes surcoreano, me hicieron varias advertencias. En esa sociedad tan tradicional, las mujeres tienen un rol pasivo y los hombres no están acostumbrados a tratarlas al mismo nivel. En otras palabras reinaba el machismo. Además, me alertaron de que seguramente él insistiría en hablar sólo en coreano, pues para ellos el idioma es motivo de orgullo nacional.

Reportando desde Corea del Sur en 1988 previo a los Juegos Olímpicos en esa ciudad.
Me llevé una grata sorpresa cuando entramos a su despacho y saludó a mi camarógrafo en un perfecto inglés y con un firme apretón de manos. Me senté frente a él y el camarógrafo empezó a grabar. Desde el principio me di cuenta de que había dos grandes problemas: él se negaba a mirarme y dejó de hablar inglés. Cualquiera que lo hubiese visto diría que no conocía el idioma o que se sentía incómodo ante las cámaras. Pero ese no era el caso.
No estoy segura si estaba tratando de demostrar algo o de imponer la norma social, pero continuó ignorándome, aun cuando le pedí que me mirara. Cada vez que le hacía una pregunta, él le respondía en coreano al camarógrafo, como si yo fuera invisible. Esto duró más de cinco minutos. ¡Qué largos son esos minutos cuando la frustración va creciendo a medida que pasan! Lo intenté una vez más y en esta ocasión fui más tajante. “O me mira y me responde directamente en inglés o nos vamos”, le advertí. Se quedó callado, mirando la pared. Le hice otra pregunta y esperé. Siguió hablando de lo que hablaba antes, como si alguien le hubiera dado pausa a su ridículo monólogo y luego continuó con esa película absurda de ignorar todo lo que le pedía.
Le di un golpecito en el hombro al camarógrafo y cubrí el lente de la cámara con la mano. “Ya terminamos”, le dije, y comencé a caminar hacia la puerta. “No voy a soportar ni un minuto más este desplante”. No estaba bromeando. Aunque habíamos viajado desde el otro lado del mundo, yo estaba dispuesta a suspender la grabación y marcharme antes de permitir que me siguiera tratando como si no existiera.
Cuando me volteé para ver si mi camarógrafo me seguía, noté que mi entrevistado continuaba sentado en su silla con una mirada atónita. Es difícil saber si estaba en shock porque esta pelirroja puertorriqueña le había dado un ultimátum, o porque estaba dispuesta a cumplir mi amenaza. Fuera lo que fuese, le di una última oportunidad. “¿Va a hablar inglés? ¿Me va a hablar a mí?” Para mi sorpresa, asintió, como si fuera un niño al que lo hubieran regañado.
Empezamos la entrevista de nuevo, y no sólo habló inglés, sino que hizo un verdadero esfuerzo por mirarme a los ojos. Al finalizar, me marché con una gran entrevista y con la frente en alto. Cuando regresé a San Juan, supe que nuestra pequeña guerra fría fue noticia en los diarios y la televisión de Seúl. Como no hablo ni leo coreano, no sabría decir a quién pintaron de villano. Y francamente, no me importa si fue a mí. Sólo le exigí al funcionario que me tratara con el mismo respeto que él exigía para sí mismo. Espero que muchas coreanas hayan leído la nota y que hayan tomado nota. ¡La dignidad nunca debe negociarse!
Afortunadamente las cosas han cambiado desde entonces y recién el año pasado, por primera vez en décadas, hay una mujer que presenta las noticias en en un telediario en Corea del Sur.

¿Alguna vez les ha pasado algo así?
¿Cómo lo manejaron? Cuenten para comentar.