Hace unos días celebramos el Día de los Niños y eso me dio la idea para esta columna. Pensé…”¿Cuál es el mejor regalo que puedo brindarle a todos esos niños?” Fue entonces que recordé un artículo que leí hace muchas lunas sobre la importancia de hablarle a nuestros hijos. Es algo mucho más trascendental de lo que muchos piensan. Así que el mejor regalo que puedo darle a todos los chiquitos del mundo es informar a sus padres.
Recuerdo que cuando mi hijo Julián era un bebito yo no paraba de hablarle. Lo sacaba a pasear por el vecindario y le explicaba todo lo que tenía que ver con la naturaleza a nuestro alrededor. Le hablaba despacio, enunciando todo a la perfección con diferentes entonaciones para proyectar la emoción de cada pensamiento. ¡Con razón el tiene hoy en día tan buen vocabulario!
Por el contrario, cuando adopte a mi hijo Adrián en Rusia él tenía una gran desventaja en ese departamento porque durante sus primeros 15 meses de vida prácticamente nadie le habló en el orfelinato donde lo cuidaban. No exagero, a esa edad ni balbucear podía porque no había tenido a quien emular. Por eso le costó mucho alcanzar a los niños de su edad. Pero le echamos muchas ganas y con nuestra ayuda lo logró.

Cuando Adrián llegó de Rusia tenía una desventaja porque en el orfelinato donde vivía habían 2 mujeres para cuidar a 30 niños y no había tiempo para hablarle a los pequeños. Pero su nueva familia se encargó de dejar todo eso atrás.
Resulta que la clave para el avanzado aprendizaje a temprana edad está en hablarle mucho a nuestro pequeños. Mientras más, mejor. Particularmente desde que nacen hasta que cumplen los primeros tres años.
Tristemente hay una gran disparidad entre los niñitos que viven en hogares de pocos recursos y los que crecen en hogares pudientes. Según estudios, los niños cuyas familias reciben su ingreso de los programas de beneficencia social escuchan unas 600 palabras por hora, los que crecen en hogares de familias trabajadoras escuchan el doble, 1,200 palabras por hora y los que son hijos de profesionales escuchan unas 3,200 palabras en ese mismo período. La diferencia es avasalladora y eso se refleja en los pequeños. Está comprobado que los niños que han escuchado más palabras al llegar a la edad escolar tienen un coeficiente de inteligencia más alto y sacan mejores calificaciones en la escuela.
Según los expertos ponerle el televisor a los niños para que escuchen a alguien hablar no cuenta. Por el contrario es contraproducente. Con la tele los niños se idiotizan. Cuando tienen a alguien que les habla y los mira a los ojos acompañando las palabras con gestos y expresiones, ellos prestan atención y aprenden algo fundamental…¡aprenden a escuchar!. Así que es buena idea apagar la tele y los celulares para concentrarnos en hablarle a los más chiquitos.

Ya mis dos hijos son grandes y ambos tienen buen vocabulario y saben escuchar porque aún durante su adolescencia seguí hablándoles para cultivar esa area tan imprescindible para triunfar.
Ahora mismo tengo una amiga que vive hablándole a su nieto de 6 meses de nacido en español, inglés y francés. Porque de pequeños sus cerebros son esponjas que todo lo absorben. Como el color de mi pelo es rojizo tirando a anaranjado ella le dice al bebe que yo soy su tía Carrote, que quiere decir “zanahoria” en francés. Y lo dice exagerando las “r” y tocándose el cabello con ademanes dramáticos…¡no saben cuánto el bebecito se ríe con esas payasadas y cuánto aprende en el proceso! El chiquitín me mira y trata de hablarme porque ya me asocia con esa palabra y esa comedia que le arma la abuela.
¡Ojalá y todos los niñitos del mundo tuviesen las mismas oportunidades para salir a enfrentar la vida y para reírse a carcajadas cada vez que se crucen con una pelirroja!
