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El Amor Te Espera Donde Menos Lo Esperas.

Maria Celeste

Dec 21, 2021
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En esta semana de Navidad en que celebramos la llegada de Jesús me parece apropiado hablarles de cómo un niño llegó a mi vida y me ayudo a descubrir una nueva dimensión del amor. Es una historia que muchos de ustedes conocen pero no en detalle y hace unos días cuando la estaba contando por primera vez en mucho tiempo se me ocurrió que también sería bueno compartirla con ustedes. Es la historia de mi hijo Adrián Vadim.

El día que nos conocimos en el año 2000.

Las luces de la Plaza Roja de Moscú se filtraban por la ventana de mi habitación en el hotel mientras yo hacía las maletas para regresar a casa. Era un día de diciembre en el 1987.

Me detuve por un momento para asomarme a la ventana y ver la plaza cubierta de nieve, cuando un sentimiento muy poderoso me sobrecogió. Era una especie de nostalgia, un anhelo inexplicable, una sensación de que algo trascendental me ocurriría en este mismo lugar, algo que nada tenía que ver con el trabajo periodístico del Canal 24 en Puerto Rico que me había llevado hasta allí. Tuve la certeza de que algún día regresaría y un escalofrío recorrió mi cuerpo.

¿Qué podía evocar una emoción así?

Lo interpreté como un romance. Aunque estaba casada, sentía que a mi matrimonio le faltaba algo y presentía que no iba a ser duradero. No podía evitar el sentimiento de que en este lugar, en este país, me esperaba un gran amor y una experiencia que cambiaría mi vida. Lo sentía en lo más profundo de mi ser.

Tal y como temí, mi primer matrimonio fracasó y después de unos años volví a casarme. Antes de la boda le dije a Manny, mi segundo esposo, que desde niña siempre había querido adoptar a un niño y el me dijo que estaba de acuerdo con la idea. Por eso, después del nacimiento de nuestro primogénito Julian, nos dimos a la tarea de comenzar el proceso de adopción de un bebé.

Lo que me convenció a dar el primer paso fue un reportaje que presenté por televisión sobre un orfelinato en Centroamérica. Trataba de un grupo de monjitas que cuidaban a una infinidad de niñitos de una comunidad indígena que habían perdido a sus padres o habían sido abandonados. Cuando terminé de verlo, me sentí tan acongojada que tuve que respirar profundo y aguantar las lágrimas para poder despedir el programa. Tan pronto salí del estudio, me comuniqué con las monjitas del orfelinato. Había llegado el momento de cumplir mi promesa.

Por desgracia, las religiosas me explicaron que ellas no podían dar a esos niños en adopción porque los miembros de esa tribu indígena veían con malos ojos que los pequeños fueran sacados de su comunidad y crecieran con otras tradiciones. Las monjitas temían que si daban a un niño en adopción a alguien que no fuera de la tribu, en el futuro los indígenas no les entregarían a los niños huérfanos para cuidarlos y quedarían desamparados.

Manny y yo pasamos los siguientes meses buscando un niño para adoptar y, en el proceso, salí embarazada de mi hija Lara. Pero eso no importó. Seguimos intentando adoptar en Latinoamérica y el Caribe, a pesar de que encontramos un obstáculo tras otro. Si no era la burocracia, era la corrupción.

Finalmente, nuestro abogado sugirió que tratáramos de adoptar un bebito en Rusia y aceptamos. En realidad no nos importaba de qué país fuera. Un niño necesitado no tiene nacionalidad.

El abogado nos explicó que pronto estaría enviándonos por correo electrónico la foto de un niño disponible para nuestra consideración. Si no nos parecía que era el indicado para nosotros, nos enviarían la foto de otro pequeñito.

Pero yo no quería de ninguna forma rechazar a un bebé sólo por su aspecto físico. Decidí ponerlo todo en manos del destino y aceptar al primer niño que la agencia sugiriera.

“Cualquiera que sea, ese será nuestro hijo”, le dije a mi esposo Manny.

Al poco tiempo, la agencia me envió la foto de un varoncito de trece meses que vivía en un orfelinato de Stupino, un pueblito a dos horas de Moscú.

Esta fue la primera vez que vi a Vadim. Esta fue la foto que me envió la agencia de adopción por correo electrónico.

El bebé tenía una mirada perdida y me llamó la atención que siendo varón, estaba vestido con un pijama rosado. Era evidente que estaba desnutrido. Su carita estaba tan demacrada que las orejas se veían grandes y fuera de proporción y sus ojitos estaban apagados. Su nombre era Vadim.

Manny y yo viajamos al otro lado del mundo, hasta Moscú, para conocerlo. Era un día de octubre del año 2000. Llegamos tarde y cansados y pasamos la noche en un hotel, donde me quedé profundamente dormida, soñando con mi niñito.

A la mañana siguiente, nos pidieron del orfelinato que llegáramos dos horas más tarde de lo acordado porque estaban retrasados en preparar a los niños que tendrían visitas. Para matar el tiempo me fui con Manny a tomarnos fotos por los lugares icónicos de Moscú. Recuerdo haberle pedido a un transeúnte en la Plaza Roja que nos tomase una foto y mientras el enfocaba , sobre su hombro en la distancia, divisé la ventana de hotel desde donde trece años antes vi caer la nieve sobre el lugar donde estaba parada. Y fue entonces cuando lo entendí todo. El gran amor que me esperaba en Moscú, no era el amor de un hombre. Era el amor de un niño…Vadim.

Esta fue la primera vez que Vadim vio la luz del sol. Su pijama tenía el número que le asignaron en el orfelinato: el 6

Salí corriendo de allí con ansias por conocerlo. Viajamos por dos horas bajo un cielo nublado hasta Stupino, el pueblito donde estaba mi futuro hijo. Tan pronto llegamos, paramos en una tienda para comprarle un juguetito.

Antes de visitar el orfelinato escogimos un juguete especial para Vadim.

El orfelinato se llamaba “Rayito de Sol”. Estaba en un viejo edificio que necesitaba pintura, pero el jardín estaba lleno de flores.

Entramos, y de inmediato sentí un fuerte olor como a pescado quemado. Estaba oscuro y noté que apenas había muebles. Una de las empleadas nos llevó hasta una salita donde sólo había un corral en el piso. Allí estaba Vadim. Nos acercamos a él cautelosamente para no asustarlo. Lo saludamos con palabras cariñosas, pero él ni se volteó a mirarnos. Noté que tanto el pantaloncito como la camisa que llevaba puestos y la sabanita en la que estaba acostado estaban marcados con un número 6. Me explicaron que cada bebé era identificado con un número.

Vadim estaba en una edad en la que los niños ya dan sus primeros pasos, pero él apenas podía sentarse, y cuando lo lograba, no era por mucho tiempo. Como había sólo una enfermera a cargo de veinte niños, los huerfanitos a menudo pasaban el día entero acostados boca arriba y sus músculos abdominales estaban flácidos.

Pregunté si podía tomarlo en mis brazos. Su ropita le quedaba grande, estaba curtida de sucio y olía a humedad. Cuando se lo pasé a Manny, la empleada le advirtió: “Cárguelo con cuidado para que no se asuste. No está acostumbrado a ver hombres”.

Podíamos oír el llanto y los gemidos de otros niños. “Nos gustaría llevarlo afuera. Quisiéramos estar a solas con él”, le comenté a la empleada.

Ella consideró nuestra petición por un momento. Según nos dijo, después de nacer, Vadim había sido traído directamente al orfelinato en horas de la noche. “Nunca ha visto la luz del día”, añadió.

Apenas pude dormir esa noche. Después de pasar la tarde con Vadim, no dejaba de dar vueltas en la cama. Me preocupaba su mirada perdida, el hecho de que no nos mirara, el que no pudiera sentarse y gatear, tan diferente a mi hijo Julián, que a esa edad ya caminaba. Vadim tenía serios problemas de desarrollo y me preguntaba cómo podría llegar a ser la madre que él necesitaba.

Desperté a Manny para expresarle mis inquietudes y decidimos llamar al pediatra de Julián en Miami, donde aún era de día.

Hablamos por un buen rato sobre los cuidados especiales que Vadim seguramente iba a necesitar. Él ayudó a despejar mis temores. Prometió que estaría a nuestro lado a cada paso apoyándonos y añadió algo que nunca olvidaré: “El amor es la mejor medicina”.

Me acosté confiada en que estábamos dando el paso correcto. Por desgracia, no pudimos regresar a Miami con Vadim en brazos como hubiésemos querido.

El gobierno ruso requiere que las familias que están considerando adoptar un niño pasen por un periodo de dos meses de espera que les permita reflexionar sobre esa decisión tan trascendental. Algunas familias se arrepienten de dar el paso en ese período. Pero nosotros no. Al cabo de esas ocho semanas que parecieron interminables, ratificamos nuestro compromiso de adoptar a Vadim y el gobierno ruso nos dio luz verde.

Por mi avanzado estado de gestación, mi médico recomendó que no viajara en avión, así que Manny le pidió a su mamá que lo acompañara a Rusia para buscar a Vadim.

El día en que llegó Vadim fue todo un acontecimiento. Mi familia y mis amigos fueron al aeropuerto, donde Julián y yo estábamos ansiosos por recibirlo. Llevamos globos amarillos, el color que simboliza el regreso a casa de los seres queridos.

Manny se bajó del avión empujando el cochecito de Vadim, que estaba chupándose un dedito. Julián se acercó y lo besó en la frente.

Cuando Adrián llegó a los Estados Unidos lo recibimos en el aeropuerto con globos amarillos. Octubre 25, 2000.

Cuando mi hijo cumplió cinco años, le regalé la cajita de música de madera que había comprado en Moscú la misma tarde en que lo conocí. Es una réplica de la famosa Catedral de San Basilio en la Plaza Roja.

“¿Qué es esto, mami?”, me preguntó. “Es un pedacito de Rusia que he guardado para ti”. Le di vuelta a la llave y la música de Doctor Zhivago comenzó a salir de la cajita. Sus ojitos brillaron y mi corazón cantó con emoción. Siempre me ha encantado esa película. Es la razón por la que le puse a mi hija Lara, como la protagonista. Lara nació dos meses después de que trajéramos a Vadim a casa y se convirtiera en Adrián Vadim.

Cumplí mi promesa de llevar a Adrián de regreso a Rusia en el 2018. Aquí frente a la catedral de San Basilio en Moscú donde 18 años antes pose junto a su papa antes de conocerlo en el orfelinato.

Los primeros meses fueron difíciles para todos, pero especialmente para Adrián. Como nadie le hablaba en el orfelinato, nunca aprendió a balbucear como hacen otros niños antes de comenzar a hablar. Sólo sabía gruñir y tuvo que recibir varios meses de terapia. También necesitó fisioterapia para fortalecer sus músculos, de manera que pudiera sentarse derecho, gatear y, con el tiempo, caminar. Además, recibió terapia ocupacional para aprender a relacionarse con los demás.

Como no había tenido contacto físico con otras personas, su sistema nervioso estaba atrofiado. Una caricia le provocaba una reacción tan intensa que no podía tolerarla. El roce de una pluma le resultaba insoportable. Por órdenes del médico, tuvimos que pasarle un cepillo de cerdas gruesas por todo el cuerpo cada dos horas durante dos meses. Así fue como logramos estimular el desarrollo de sus nervios sensoriales.

Los amiguitos de Julian le hicieron dibujos de bienvenida a Adrián Vadim que pegamos sobre su cuna.

Hasta las cosas que asumimos serían rutinarias, resultaban complicadas. Debido al espeso potaje que le daban de alimento en el orfelinato, su sistema digestivo no se había desarrollado debidamente y cada vez que evacuaba lloraba de angustia. Le aterraba la hora del baño. Al principio, lo metíamos en la bañera y gritaba de terror. Como en el orfelinato a los bebés los bañaban en grupo, uno detrás del otro, sin una madre que estuviera pendiente de la temperatura del agua, probablemente ésta estaba muy fría o tan caliente que le quemaba la piel. No fue hasta que lo metimos en la bañera con Julián que se dio cuenta que no había nada que temer.

Julián le enseñó a Adrián Vadim que no había que temerle al agua y que se podía jugar en la bañera.

Tardó semanas en recuperarse de un sarpullido provocado por los pañales, tan severo que laceró su piel dejando una hendidura de un cuarto de pulgada en su pequeño trasero. Como en el orfelinato había pocas empleadas a cargo de tantos bebés, frecuentemente pasaba el día entero con el mismo pañal sucio.

Pero la terapia más efectiva que Adrián recibió fue la que sólo el amor puede dar. Aprendió a mirarnos a los ojos, a abrazarnos y a mostrar afecto. Les puedo decir que hoy en día es el más afectuoso de mis tres hijos. Vive besándonos y abrazándonos a todos constantemente. Lara dice que es un fastidioso pero a mi me encantan sus apretones.

Ante mis ojos, se ha transformado en un ser humano de fuertes convicciones, con una increíble capacidad para amar. Pensé al adoptarlo que estaba haciendo algo maravilloso por él, pero es él quien ha hecho algo maravilloso por mí. ¡Me entregaron un capullo y floreció ante mis ojos!

Aunque con el tiempo a Adrián se le oscureció el cabello de pequeño era rubio como un pollito y por eso al día de hoy le digo cariñosamente “pollis”.

Recuerdo que una vez me preguntó preocupado por qué Julián y Lara habían salido de mi barriga y el no. “Porque tú saliste de mi corazón”, le respondí. “Eres tan especial que viajamos al otro lado del mundo sólo para buscarte”.

Todos en la familia nos dedicamos a ayudar a Adrián a adaptarse a su nueva vida.

Hasta el día de hoy, Adrián guarda la cajita de música en un lugar especial de su habitación. A veces la saca y la mira intensamente, percibiendo cada detalle y cada color. Al ver sus manos sujetándola, pienso en todo lo que tuvo que superar. En ese momento vienen a mí recuerdos de muchos años atrás: mi primera visita a Moscú, aquella ventana de hotel que miraba a la Plaza Roja y a la Catedral de San Basilio bajo la nieve, y el gran amor que me esperaba.

“¿Qué edificio es éste, mamá?”, me preguntó una vez sobre la cajita de música. “Ese es tu castillo, Adrián Vadim”. Le besé la frente. “Y tú, eres mi príncipe”.

¡Un príncipe que trajo un rayito de luz a nuestras vidas!

No hay nada más bonito que abrirle las puertas de tu hogar a un niño donde además de padres también lo esperan hermanitos. En nuestra casa, 2016.

Regresar a Rusia juntos fue un sueño que vimos cumplido en el 2018 cuando me tocó cubrir la Copa Mundial de la FIFA / Rusia 2018 y nos hicieron esta entrevista.

Hoy en día la pasión de Adrian Vadim es la música y el año pasado se lanzó como cantante. Sus canciones están en todas las plataformas digitales de música.

(Foto de Portada: Gio Alma)

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97 Comments

  • Eva Gonzalez
    Que hermosa historia de amor Maria Celeste, ahora admiro mucho más ese gran ser humano que eres. ….que bendición para tu hijo ser tu hijo. Dios siga bendiciendo sus vidas.
    • 21w
    • Author
      Maria Celeste
      Gracias Eva
      • 20w
  • Maria Flores
    Que hermoso gesto de amor diosito te bendiga siempre por abe sido la madre que el nesita ❤️❤️
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    • Author
      Maria Celeste
      Gracias María
      • 20w
  • Sonia Checo
    Siempre te almirado, por la mujer que eres,sencilla, humilde,luchadoras y trabajadora una mujer de ejemplo
    • 21w
  • Nelson Peñaherrera Castillo
    Me encantó tu primera línea: estas fiestas lo son por el dueño del santo, Jesús. He escuchado la música de Adrián cuando la publicaste en Facebook y la verdad tiene para llegar muy kejos.
    • 21w
  • Edin Bueso
    Gracias por compartir su historia y con ella volverse ejemplo. Que lo mejor sea con usted y su familia. Y los tiempos venideros sean repletos aún de mas amor de felicidad y bendición para ustedes.
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    • Author
      Maria Celeste
      Gracias Edin. Mis mejores deseos para ti y tu familia.
      • 20w
  • Silvia Figueroa
    Dios te bendiga María celeste,por compartir la historia de Adrián Vadim al principio es triste por el abandono de su madre,pero después fue el niño más feliz con la hermosa familia que lo adoptó♥️ gracias María celeste.
    • 21w
    • Author
      Maria Celeste
      Gracias Silvia.
      • 20w
    View 5 more replies
  • Top fan
    Gloria Rivera
    Que hermosa historia Maria Celeste, siempre he sido tu Fan, me encantas como periodista, eres un Gran ser humano, una excelente Madre, que Dios siempre sea tu Guia, Muchas bendiciones y muchos éxitos para tu hijo Canta muy Lindo, un abrazote. Que Dios …
    See more
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    • Author
      Maria Celeste
      Gracias Gloria por tus palabras y por también ser fan de Adrián Vadim y escuchar su música.
      • 20w
  • Nubia Vasquez de Cardona
    Sin palabras eres una gran mujer esto Dios es el único q te compensará muchas bendiciones desde Medellín colombia
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  • Grimilda Rodriguez
    Wow que hermoso se siente tu historia es muy Bonito. Eres muy bendecida mariaceleste que dios te siga bendiciendo. Eres un egenplo a ceguir. Que dios bendiga a tu hermoso amor. Feliz Navidad y prospero Año nuevo para toda tu hermosa familia ♥️
    • 21w
    • Author
      Maria Celeste
      Gracias Grimilda
      • 20w
  • Alexandra Quinones
    Maravillosa historia de la vida real 🤩. Quede enamorada de principio a fin 🥰. Es mi sueño poder adoptar aunque tengo dos maravilloso hijos. Espero encontrar el compañero perfecto que me apoye en ese sueño. Felicitaciones por lograrlo ♥️♥️ Gracias por compartilo. 😘😘😘
    • 21w
    • Author
      Maria Celeste
      Alexandra, espero que encuentres a ese compañero y que juntos encuentren una criatura para adopción a la cual de seguro amarán de una forma muy especial.
      • 20w
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