¿Alguna vez has sentido que una persona se te mete por dentro? ¿Esa sensación de que están conectados en todos los niveles, de que se pertenecen? Pues según los japoneses ese sentimiento tan invaluable tiene una sencilla explicación. Se le conoce como “La Leyenda del Hilo Rojo”.
De acuerdo a este mito, el dedo meñique de cada uno de nosotros está atado a un hilo rojo invisible que nos conduce hasta otra persona con la que haremos historia.

Aquí les comparto detalles que leí sobre el tema: “Para los japoneses las relaciones humanas están predestinadas por un hilo rojo que los dioses atan al dedo meñique de personas especiales quienes se encuentran en la vida. Cuenta la leyenda que las dos personas conectadas por este hilo tendrán una historia importante, sin importar el momento, el lugar o las circunstancias. La cuerda roja puede enredarse, contraerse o estirarse, pero NUNCA puede romperse.
Esta leyenda, ocurre cuando se descubre que la arteria cubital conecta el corazón con el dedo meñique (que es la misma razón por la que en muchas culturas las promesas las hacen dos personas cruzando el meñique, el famoso ‘pinky promise’). La fina vena que va del corazón a la mano se extiende a través del mundo invisible para terminar su curso en el corazón de otra persona que nos marcará por siempre.”
Es lindo encontrar a nuestro hilo rojo y saber que somos especiales el uno para el otro, que románticamente nadie se acerca tanto a nuestro corazón como esa persona. Pero…¿qué pasa si nuestro hilo rojo resulta ser un amor imposible? ¿Y qué hacemos si, como dice la leyenda, ese hilo rojo nunca se rompe por más que se hale y enrede y acaba por torturarnos?
Les hago un cuento de la vida real que recién le acaba de pasar a una amiga muy especial y que arroja luz sobre semejante dilema. Ella y su hilo rojo se descubrieron y vivieron una linda historia de amor, pero era una relación secreta porque él estaba comprometido. Así que, aún queriéndose, ambos estuvieron de acuerdo en que la situación era insostenible y que no podían continuar como pareja. Terminaron la relación por un tiempo muy corto porque aparentemente seguían muy conectados por ese hilo rojo. Se volvieron a ver, se dispararon los fuegos artificiales y se hicieron promesas de amor.
Dias después de ese último encuentro, ella vino a pedirme consejo porque estaba sufriendo y me habló sobre el hilo invisible que, según ella, tanto los unía. Fue ahí cuando tuve que hablarle fuerte y ponerla en su sitio con mucho amor. Le dije “Un hombre mueve montañas para estar al lado de la mujer que ama. Si no está contigo es porque no te quiere lo suficiente. Déjate de romanticismos de colegiala y usa esa inteligencia que Dios te dio.. Ese hilo rojo lo tienes enredado alrededor del cuello y te está ahorcando. Además…¡no eres japonesa!. ¡Córtalo de una vez!”
Creo que se fue un poco molesta conmigo porque las verdades duelen. No hablamos en unas semanas y apenas ayer entré en su Facebook y vi una foto de ella muy fabulosa en una playa preciosa de Turks and Caicos que conozco muy bien. Le escribí por Whats app “¿Estás por allá con tu hilo rojo? ¿Siguen juntos?.” Ella no me contestó y, como sé que aún lo quiere, sentí tristeza de haberle causado un dolor por haber sido tan brutalmente honesta.
Cuál fue mi sorpresa cuando hace un rato, mientras pensaba en qué tema escoger para esta columna, mi amiga me respondió por WhatsApp. El mensaje decía “La foto es del viaje que hice hace par de semanas con un nuevo galán que poco a poco me está conquistando. ¡Me abriste los ojos! Ya entendí que si mi hilo rojo realmente me quiere tiene que demostrármelo, tiene que luchar por mi…”
Junto al mensaje me envió una foto de ella sonriendo pícaramente con una enorme tijera en la mano.
De inmediato supe lo que ella estaba dispuesta a cortar y de inmediato supe cuál iba a ser el tema de mi próxima columna.
